Cuatro versiones de Evita
Cuando se acerca el 60 aniversario del fallecimiento de Eva Perón -26 de julio de 1952-, figura excluyente del justicialismo, repasamos cómo retrató su vida el cine argentino
Evita, quien quiera oír que oiga (1983)
Nadie hubiera imaginado que, en el plazo que duró la última dictadura nacional (1976-1983), un realizador cinematográfico hubiera contado con la libertad necesaria para explorar la iconografía peronista. Por eso, el debutante Eduardo Mignogna debió esperar hasta el regreso de la democracia para producir la primera película argentina que examina la vida de María Eva Duarte de Perón.
Una irreconocible Flavia Palmiero interpreta a la joven Eva, aunque el centro del filme son las numerosas entrevistas (Juan José Sebreli, José Pablo Feinmann y Antonio Cafiero, entre otros) que buscan desentrañar el mito de la “abanderada de los humildes”.
El constante análisis biográfico opaca los breves fragmentos de ficción. Palmiero transita por sus escenas como una muchachita sordomuda o excesivamente contemplativa, aunque el verdadero culpable es el guión. La intrascendencia de estos segmentos sugiere que Mignogna debió decidirse por un enfoque puramente documental. Litto Nebbia completa la ecuación con una banda sonora edulcorada.
Eva Perón (1996)
Argentina estaba revolucionada en más de un sentido por la filmación de “Evita”, basada en el musical de Andrew Lloyd Webber. Algunos, imbuidos por el espíritu cholulo que inspiraba la visita de Madonna, convocada por Alan Parker para interpretar al máximo emblema del peronismo. Otros, horrorizados por el prospecto de que la “chica material”, tan conocida por su controvertida vida personal, pudiera mancillar el legado de una figura histórica.
La respuesta no se hizo esperar. Ese mismo año comenzó el rodaje de “Eva Perón”, con guión de José Pablo Feinmann y dirección de Juan Carlos Desanzo. El protagónico recayó en Esther Goris, quien lo transformó en uno de los roles insignia de su carrera. Esta Evita, rotundamente humanizada para enfrentar a su homónima estadounidense, camina a menudo por la fina frontera entre una interpretación enérgica y la sobreactuación.
Especial atención se ha puesto en la amistad entre la primera dama y Paco Jamandreu (Horacio Roca), su modisto personal. Feinmann utiliza sus charlas para cristalizar algunos elementos fundamentales del pensamiento de Evita. Perón (Víctor Laplace) es un cónyuge afectuoso que, sin embargo, mira con cierta desconfianza el ascenso político de su esposa.
La película resulta un esfuerzo correcto aunque, por momentos, demasiado solemne.
Juan y Eva (2011)
Uno de los aspectos menos analizados en la construcción del imaginario peronista fue el amor concreto que se profesaban Eva Duarte y Juan Domingo Perón. Entiéndase, amor en el sentido tradicional: suspiros, apego y palpable atracción física y no tan solo un afecto platónico creado sobre concordancias ideológicas.
Para resarcir esta deuda llegó la cinta de Paula de Luque, que transcurre entre la gala de beneficencia de 1944 (donde se conoció la pareja) y los acontecimientos del 17 de octubre de 1945.
Osmar Núñez y Julieta Díaz, a cargo de los protagónicos, entregan una correcta actuación. Aunque la película hace foco en esa intimidad desconocida, no descuida los factores sociales e históricos de rigor que marcaban la agenda política de la época. Son particularmente atractivos los momentos en que la Evita de Díaz, con una destreza asentada parcialmente en el buen guión de la directora, demuestra los primeros rasgos de su famoso carácter.
Eva de la Argentina (2011)
El debut de la periodista María Seoane como directora de cine fue un auténtico desafío: llevar la saga del primer peronismo al mundo de la animación. Se puede afirmar que ha superado dignamente la prueba.
A cargo del relato se encuentra Rodolfo Walsh, que investiga con rigor detectivesco no solo la génesis de este movimiento político y social, sino también las truculentas circunstancias que rodearon la desaparición del cadáver de Eva luego del golpe de estado del ´55.
La animación (basada en dibujos de Francisco Solano López) ofrece ciertas ventajas conceptuales: la escenificación de secuencias costosísimas para una producción tradicional (como las masivas marchas del 17 de octubre) y la posibilidad de introducir de manera más armónica simbolismos y metáforas visuales (la presencia de cuervos amenazantes, una clara referencia a “Perón, sinfonía del sentimiento”, de Leonardo Favio o una estatua que cobra vida en una manifestación).
Cada tanto, la trama se complementa con segmentos documentales. Sin duda, una manera original de revisitar un capítulo harto conocido de la historia nacional.
Andrés Krom
